La vacuna y yo
LA VACUNA Y YO
El sol cala en el rostro cuando llego a tomar mi lugar en la larga fila que ya se ha formado afuera de la Unidad Deportiva del Centro Cultural, justo frente a las instalaciones de otra Unidad, la “Manuel Gómez Morín”, al sur de la ciudad.
Son aproximadamente las 8:40 de la mañana.
“Yo no quería venir”, “mejor deberían trabajar como cuando el paludismo que iban casa por casa y fumigaban hasta los muebles, ahora, desde la calle y en una camioneta lo hacen”, comenta un hombre vestido con una camisa blanca y roja y una cachucha de ese mismo color, mientras la fila empieza a avanzar.
A lo largo de la formación, a la orilla de la calle, los puestos de aguas frescas, alimentos, en la acera de enfrente, se ofrece el servicio sanitario por la módica suma de 5 pesos, ah¡ el alma de comerciante que siempre “huele” la oportunidad de hacer negocio.
Así inició mi periplo para vacunarme contra el Covid.
En el tercer y último día de la aplicación de esta primera dosis, el movimiento es rápido, los patrullajes de la Policía Municipal por las calles aledañas son constantes, una cinta amarilla delimita el espacio por donde han de ingresar los adultos mayores, a la vez que un hombre recorre la fila para contar a los formados y asignarles un número, el mío: el 567
La mujer que formada detrás de mi pregunta, ¿para qué es ese número?, “estoy contando las dosis que se van aplicando”, “son votos para López Obrador, para qué nos hacemos”, replica al hombre mientras esboza una sonrisa.
La fila avanza, como a cuentagotas, de manera constante.
Después de unos metros, el hombre regresa, ahora con una botella de gel que ofrece a cada una de las personas.
“Yo traigo”, le dice la misma mujer, “sí, pero éste es el indicado”, le responde.
Antes de llegar al punto de ingreso, una Servidora de la Nación nos pide la credencial de elector, “por favor tengan a la mano porque se las van a pedir” y efectivamente así sucede.
Al ingresar a la galera, un solícito grupo de personas, debidamente identificadas nos conducen a un espacio donde hay sillas y nos indican que hay que sentarnos a esperan nuestro turno.
Música de tríos para ambientar la jornada y quizá para calmar los nervios de las personas que, a fuerza de tanto escuchar opiniones negativas sobre los posibles efectos de la vacuna, sienten algún resquemor.
“Cerca del Mar”, con Los Dandys y después Los Panchos, se escuchan a través del altavoz, muy ad hoc con la edad de los adultos mayores, buen detalle para aligerar la espera.
El Jefe de la Jurisdicción Sanitaria, Francisco Adrián Castillo Morales realiza recorridos en el área, coordinando los esfuerzos del personal a cargo de la vacunación.
Samuel y Yoselin, quienes portan en su brazo una banda que dice “Gobierno de México, Brigada de Vacunación Covid 19, toman nuestros nombres y los apuntan en una libreta.
Al alzar la vista observo la escena completa al interior del recinto, las mesas de vacunación, las ambulancias y el personal médico listos ante cualquier eventualidad.
Una vez en la mesa de vacunación, la enfermera me indica: “la vamos a administrar la vacuna Pfizer en su bracito izquierdo, por favor súbase la manga”, para después enumerar los síntomas que se presentarán después de la aplicación, lo último que alcanzo a escuchar es “en caso de mucho dolor en su brazo, tome un paracetamol cada 8 horas”, me entrega un pequeño boleto en el que aparece mi nombre, la hora de vacunación: 9:32 y el número de lote, para después pasar al área de observación, donde el personal me requiere de nueva cuenta mi credencial de elector y toma mis datos para darme el comprobante oficial.
Por último, un médico me hace un par de preguntas y me dice “es todo señor, puede irse a su casa”.
Todo el trayecto, desde que me formé hasta que salí me tomó un poco más de una hora:
La actitud y la eficiencia del personal médico y de auxilio, inmejorable, magnífica organización.
10:20 hrs.
Llego a mi casa y me pongo a escribir…
Víctor Manuel Trejo Esparza, reportero.
