Fue a dejar rescate de su hijo secuestrado, y a él también se lo llevaron
FUE A DEJAR LA RECOMPENSA PARA QUE LIBERARAN A SU HIJO RECIÉN SECUESTRADO, Y A ÉL TAMBIÉN SE LO LLEVARON
Severo Hernández Rivera está desaparecido igual que su hijo Jonathan Moisés Hernández Pérez.
Desde el 10 y 11 de diciembre de 2018 en Nuevo Laredo, Tamaulipas.
Godofredo vive en Ciudad Valles, y jamás imaginó que de ocuparse solamente en su familia y trabajo, ahora también conoce de caminar entre campos de exterminio, de escarbar el suelo, de distinguir entre una piedra y un hueso, porque es él quien busca incansablemente a su hermano y sobrino.
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Ciudad Valles, S.L.P.- Godofredo tenía una vida normal. Se ocupaba en su empresa del rubro de electricidad establecida en esta ciudad, y en su familia, pero jamás pensó que de un día para otro la vida le cambiaría totalmente.
Él es del estado de Hidalgo pero lleva ya más de 20 años viviendo en Ciudad Valles, San Luis Potosí.
Lo entrevistamos justamente antes de participar en un operativo de búsqueda en este municipio, junto a sus compañeros de Grupo Civil de Búsqueda, A.C.
Su hermano Severo Hernández Rivera, de 41 años desapareció el 11 de diciembre de 2018, un día y medio después que el hijo de éste, Jonathan Moisés Hernández Pérez, de 18 años.
«Fue en un centro comercial de Nuevo Laredo como a las 3 de la tarde; mi sobrino había ido de compras junto a su tía, hermana de mi cuñada, y una hija de ella, cuando llegaron varios hombres armados y se lo llevaron con la camioneta. Cómo a la hora empiezan a llamarle diciéndole que lo tenían secuestrado y que tenía que darles dinero si quería verlo de nuevo».
Su hermano – dice – se puso a vender cosas, su otra camioneta y hasta les ofreció su casa.
«Logró conseguir algo de dinero y ya como a las 4 de la tarde yo hablé con él, me dice casi estoy cerrando el trato, les voy a dar el dinero. Le marqué a las 7:15 masomenos me dice que ya estaba haciendo el movimiento, pero de ahí ya no volvimos a saber nada de él ni de mi sobrino».
NO QUISO DENUNCIAR, POR MIEDO
Godofredo menciona que ya le había sugerido que pusiera la denuncia, pero que él le dijo que sabía que allí todas las policías estaban coludidas con los delincuentes, por lo que le dió temor que al enterarse, le hicieran algo a su hijo. Tenía la esperanza de que al entregarle el dinero se lo regresarían.
«Le pedí que fuera a la Marina, pero dijo, aquí ellos tienen ojos por donde quiera y si denuncio me lo van a matar».
Su sobrino traía una camioneta Town Country modelo atrasado, y su hermano una Aspen de la Crysler modelo 2010, mexicana.
A las 7:16 exactamente fue la última vez que habló con él. Había quedado de llamarle hasta el siguiente día para ver qué había pasado.
«Fue la ultima llamada; ya cuando levanté las denuncias, en investigaciones aparece el punto exacto de dónde estuvieron los tres teléfonos, de mi sobrino, el de él y del que le estaban llamando, es una colonia a la periferia de Nuevo Laredo».
Fue hasta el siguiente día que como a las 9 de la mañana recibió la llamada de la esposa de su hermano, diciéndole que aún no regresaba y no sabía nada de ellos.
«El mismo 12 en la noche me fui, llegué el 13, recorrí hospitales porque llegando hubo un enfrentamiento grande entre Marina y miembros de la delincuencia organizada donde hubo seis o siete muertos; empezamos a recorrer hospitales, el anfiteatro, se hizo todo, pruebas de ADN pero ninguno era».
Después, presentó la denuncia en la Unidad de Combate al Secuestro, de la Fiscalía General del Estado. Primero la había presentado en el fuero común.
«Peto resulta que ellos mismos en ese momento se declararon incompetentes que porque era asunto de secuestro y que supuestamente enviarían la carpeta a la Unidad Antisecuestros en Reynosa, pero como eran días festivos, ya no había personal en las dependencias.
Fue hasta el 2 de enero que se fue a la capital del estado, Ciudad Victoria para saber sobre los avances en la carpeta.
«Pero no estaban ni enterados, empezaron a rastrearla y nadie sabía dónde estaba, levantamos otra denuncia pero ya 15 días después, o sea que todos los protocolos que debieron seguir de inmediato, no se cumplieron. Eso, más el tiempo que desde entonces se ha perdido.
«Se convirtieron los dos en un número, en una estadística más».
Continúa…