Cuauhtémoc Balderas, a un año de que ganó Aquismón con su gobierno

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Aquismón, S.L.P.- Se cumple hoy un año de logros para el municipio,  con el gobierno de Cuauhtémoc Balderas Yáñez.

Amanece. Expectación y emoción; tal vez un poco de nervios, o quizás un dejo de desvelada de la noche anterior en la que nos despertaba por instantes la pregunta de “si solo era un sueño o se trataba de algo cierto”. Levantada temprano, darse el tiempo para la mejor gala en ese día importante; organizarse, y enfilarse hacia el sitio de encuentro en la fecha especial: 1 de octubre de 2021.

   Unidad Deportiva de Aquismón repleta que devuelve a la realidad: Sí, ganamos esa lucha política que no era fácil, que causó muchos más desvelos, hambres, asoleadas, mojadas, corajes y alegrías. Pero ahora ya pasó, somos Gobierno, para todos, sin colores ni partidos; prueba fehaciente es la presencia del Gobernador Ricardo Gallardo, quien solo programó acudir a dos tomas de posesión en la Huasteca, y una de ellas es la de Cuahutémoc Balderas Yáñez.

   Y ahí está el mandatario que emergió del Verde, apoyando con todo a Temo, no nada más en las palabras en el estrado entonces, sino en todo lo que vino después: La modernización del acceso principal, las tortillerías subsidiadas, la carretera de El aguacate, las despensas, las mochilas, los útiles escolares, los zapatos, los kits menstruales, los desayunos fríos y calientes; y todo lo que falta, empezando con la seguridad pública y la reconstrucción de caminos y carreteras.

   Siete visitas inéditas a un municipio que lo contagió de la dinámica de trabajo gubernamental, encabezada por un hombre que no ha perdido su sencillez, que se levanta tan temprano o se duerme tan tarde como su agenda lo amerite, que atiende hasta en domingo y en su casa, o mientras se bolea en la plaza; que divide sus intensas jornadas en el Palacio de Aquismón con las salidas a gestiones en San Luis Potosí o la Ciudad de México.

   Un aquismonense que más que el alcalde inalcanzable y glamoroso de otras épocas, es el mismo Temo Balderas de los tiempos de juez de su pueblo natal, de incansable gestor de Tamapatz, de mexicano soñador en Estados Unidos, y de regidor en tiempos recientes. El que se ensucia sus botas color miel en las faenas o en los bacheos, y conduce la misma camioneta añeja de la campaña a la que en el tablero ya le prenden todos los sensores.

   El que lo mismo se come un zacahuil, unas enchiladitas o un mole hechos por manos indígenas, que unas acamayas finas sacadas de lo más caro del menú; el que por igual se toma un whisky escocés fino, que comparte el aguardiente de la misma boca donde toman los jerarcas tenek; el que lo mismo se sienta en mullidas sillas junto a funcionarios de alto nivel en un importante acto, que reposa en una piedra, entre lodo y pasto, con los habitantes de la más alejada comunidad.

   El Temo por que el que todavía los que llegan de fueras preguntan para corroborar si es el presidente, porque tanta humildad los confunde: Sin séquito, sin guaruras, sin ceremoniosidad, sin rebuscamientos, y sin discursos hechos, porque todo le sale del corazón y del alma, nutridos por el sentimiento de un pueblo que lo aprecia, lo quiere, lo sigue, lo abraza y lo aplaude; igual, recíproco, sincero, sin hipocresías, en correspondencia total.

   Un Temo al que le podrán criticar el “haiga”, pero jamás echarle en cara que no se preocupe por mejorar viviendas con muros, techos, pisos, láminas, puertas, ventanas o edificación completa; por pavimentar calles y carreteras; atender el abasto de agua con piletas y tinacos; modernizar electrificaciones o llevar la luz donde no la hay; abrir caminos de entre las enormes piedras; patrocinar festivales y celebraciones; u ofrecer cobijo y alegría y apadrinar la educación.

   Un Temo que junto con su esposa Angélica Acuña Guevara, han hecho un DIF de rostro amable, oportuno y cercano: Un DIF de traslados, de atención médica, de rehabilitaciones, de visitas, de apoyos, de asesorías, de donaciones, y de presencia constante. Donde el encanto no radique en la ostentación de quien dirige, sino en la sensibilidad que distinga a todo el equipo, dando confianza a la gente para que se acerque a recibir lo que necesita y merece.

   Se llegó al año: 365 días, y contando. Aún vienen por cumplir… más compromisos con la gente.